Sabías que...?
La
Historia de las falsificaciones es tan antigua como la moneda y por eso en la
Antigua Roma, se acuñaban monedas en oro cuyo valor facial era precisamente el
valor del peso en oro, así que a los falsificadores no les resultaba rentable
utilizar oro para falsificarlas.
Aún así
algunos orfebres que lograban falsificar monedas de oro mezclando a este plata
y cobre, y de con el oro de tres monedas fabricaban cuatro, aunque la pena para
estos falsificadores era la amputación de las manos, así que no muchos se
dedicaban a la arriesgada tarea de falsificar.
Para los pagos grandes, se utilizaban bolsas de
piel con monedas ya contadas, lo que equivale a un cartucho de monedas de hoy
en día.
El dinero
de papel se creó en China en el siglo VII, aunque no se utilizaron oficialmente
hasta el año 812, aunque a España se comenzaron a utilizar durante el reinado
de Carlos III en forma de Vales Reales.
Los
billetes españoles de 1906 hasta la Guerra Civil Española, no fueron fabricados
por el Banco de España, sino encargados a una imprenta de Londres, la Bradbury
Wilkinson and Company, que los hacía y cobraba su trabajo con unos pocos de los
mismos billetes que imprimían.
Ya por
entonces el papel se fabricaba expresamente para imprimir billetes, con una
textura especial que le proporcionaba el tacto característico del papel moneda.
Aunque
muchos desconocen de donde viene el papel para fabricar los euros, nunca te
acostarás sin aprender nada nuevo, porque curiosamente, a pesar de que los
euros se imprimen en varios países, el papel para nuestros euros se fabrica en
una factoría situada en Burgos, propiedad de la Fábrica Nacional de Moneda y
Timbre, dependiente de la Real Casa de la Moneda.
No todos
los billetes de euros tienen las mismas medidas de seguridad, y están divididos
en dos categorías, grandes y pequeños. Los pequeños son los de 5, 10 y 20€ y los grandes son los de 50, 100, 200 y
500€.
Las
medidas que se notan al tacto son comunes en todos los billetes. Estas son la
textura del papel y el sistema de impresión en relieve, aunque los billetes de
200 y 500€ además tienen otras marcas táctiles especialmente puestas para que
los invidentes puedan detectarlos con mayor facilidad.
El papel
de los billetes es fabricado expresamente bajo pedido, por lo que no se puede
encontrar en el mercado papelero ni comprar en almacenes y su fabricación se
hace a partir de la planta de algodón, que le añade la aspereza que todos
conocemos.
Los
billetes más falsificados son los de 20 y los de 50 euros, y los menos
falsificados son los de 5 euros.
Las
monedas más falsificadas son las de dos euros, seguidas de la de un euro, sin
embargo no se tienen noticias de que nadie haya falsificado monedas de
céntimos.
Para
falsificar monedas de 5 céntimos, se necesitaría una inversión tres veces mayor
a la moneda y la falsificación de la moneda de 1 céntimo, costaría a los
falsificadores doce veces más de su valor.
El tacto
de un billete lavado o muy desgastado, cambia al de un billete nuevo pero sigue
conservando su textura. Un billete mojado puede secarse perfectamente si lo
colgamos con una pinza, sin embargo uno falso de papel normal, al mojarse
pierde parte de las propiedades. Eso es debido a las diferencia entre la
celulosa y el algodón.
Los
papeles nuevos cuyo tacto es “parecido”
al de los billetes de curso legal, pierden enseguida esa similitud de textura
en cuanto se manchan o se doblan.
Indudablemente
quienes mejor aprecian las texturas de los billetes son los invidentes, ya que
tienen más sensibilidad en las yemas de los dedos.
Muy pocos
de nosotros seríamos capaces de distinguir un billete de otro y adivinar su
valor con los ojos vendados. El porcentaje de fallos llega a un 70 %.