Cuando le dije a mi amigo Diego que había puesto un anunciador de visitas en mi relojería, pensó que estaba creciendo mi negocio y había contratado a un mozo de portero para recibir a todos los clientes que entraran en mi tienda.
No
pude menos que soltar una carcajada y mi pobre amigo se me quedó
mirando como diciendo… ¡ Mariano ha salido loco ¡
Lo
invité a tomar café en mi pequeño comercio a eso de las cuatro de
la tarde, media hora antes de la hora habitual que abro, y lo esperé
en el pequeño despacho que tengo en la trastienda donde mi padre
arreglaba los relojes de pared, y que yo había reconvertido en un
lugar cómodo donde repasaba algún arreglo cuando no había clientes
en la tienda.
Nada
mas entrar mi amigo por la puerta cuando yo ya estaba levantándome
para llegar al mostrador justo al tiempo que él.
-
¡ Caramba ¡ -soltó
Diego-, ¿me has visto
llegar?
-
Anda ven, que te presente a mi anunciador de visitas. –le
contesté-
Lo
llevé justo a la puerta de entrada, y allí lo hice salir
invitándole a que pasara de nuevo quedándome yo dentro de la
tienda. Diego
obedeció pensando que se trataba de una broma, pero accedió a mi
propuesta de que volviera a entrar ignorando la sorpresa que le
esperaba.
Nada
mas cruzar la línea de la puerta, un Ding–Dong
sonó como si llamaran al timbre de una casa, pero sin que nadie
tocara ningún pulsador.
-
Te presento el avisador de visitas para negocios Electro DH 50.618, mi anunciador de visitas –le
dije, mientras miraba sorprendido al aparato-
-
Esto si es una sorpresa, que maravilla, con razón saliste del
despacho cuando entré… esto si que es un buen invento...
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